Chuso Ordi
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El Estafador

Colabroración semanal con los textos de Gabriel Bravo (Editorial Morsa) en la revista on-line El Estafador

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Igual que no se casan el agua y el aceite. Los personajes de esta película nunca debieron mezclarse. En una de sus secuencias aparece una mujer china muy obesa que trata de escapar con su familia por la rendija del muro de atrás de su casa. Deben huir porque la cruenta guerra que sufren está cada vez más cerca de la ciudad donde viven. Con prisa la mujer trata de colarse por ese hueco del muro por donde todos los miembros de la familia menos uno, su marido, han salido. La hiedra es testigo de que al intentarlo queda atrapada sin poder moverse ni a un lado ni al otro. Su marido, casi desesperado, porque es muy pequeñito le empuja con toda la fuerza que puede, cuando de golpe son descubiertos por un grupo de pérfidos soldados japoneses que logran desencajarla como a un trasto viejo. La burla con saña se hace reina en el jardín donde permanece aterrorizada la pareja. Brutalmente se apodera de los soldados el odio y la ira, de tal manera que la pobre mujer cae al suelo para su vergüenza Los soldados cogen una vieja puerta la ponen encima de ella y comienzan un ritual infaltil pero no por ello menos violento: se dejan caer sobre la tabla con toda la fuerza posible hasta que al final, tiran una gran piedra que provoca la muerte instantanea de la mujer.

Hay recuerdos que permanecen asociados a una palabra y este, pese a su crueldad ha quedado sin ninguna connotación, ni explicación, asociado a la palabra gordo, como quedaron también la habitación de una hermana, las manos encima de la colcha, una maleta que guardaba un secreto, o ahora tu nombre. ¡Qué bonito es tu nombre, amor mío