Chuso Ordi
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Mapa de la vida ladrando

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> Mapa de la vida ladrando III
(Mapa del barrio reconstruido)

Espai Tactel
de 07/09/12- - 03/11/12
València

www.espaitactel.com

Imágenes que ladran
Texto de J.L. Pérez Pont

Hay muchos modos de vivir e interpretar la ciudad. En las últimas décadas se ha extendido y formalizado una determinada manera de pensar el espacio público y, de acuerdo a ello, se ha implantado una forma urbana grandilocuente, con una arquitectura ostentosa que ha querido convertirse en el faro que guiara a la ciudadanía bajo el auspicio de grandeza de la más mediocre gobernanza política. Ha interesado –porque interesa siempre a quien manda- dirigir los focos de atención a la superficie, elaborar una narración épica que infunda aliento a la masa, que inspire y entretenga, mientras deja libre el campo de acción a quienes toman por nosotros las decisiones. Seguramente no será necesario que entremos aquí al pormenor de las consecuencias que esa megalomanía ha tenido en nuestro entorno urbano y natural, así como los efectos económicos directos e indirectos sobre la vida de cada persona. Todo aquello no era gratis. Pero más allá de esas circunstancias, ahora ya irrebatibles, hay que valorar las secuelas que sobre cada individuo ha producido esa alteración en la percepción de la realidad.

Chuso Ordi (Barcelona, 1968) presenta en Espai Tactel, bajo el título Mapa de la vida ladrando, el resultado de su nueva línea de investigación artística, junto a piezas de dibujo vectorial que proceden de sus elaborados trabajos de animación videográfica, realizados para Dorian Wood o Fur Voice, entre otros. Chuso Ordi abandona en su nueva serie las herramientas digitales con las que ha logrado resultados impecables. Sale de su estudio para pisar la calle y, acompañado de la precariedad simbólica de cámaras estenopeicas realizadas a partir de latas, deambula por el extrarradio barcelonés en un ejercicio de renuncia consciente del alarde técnico que ha caracterizado a nuestra sociedad, huyendo del centro y de sus emblemas, para mirar de frente esa realidad urbana que ha quedado parapetada tras el resplandor de la ciudad publicitada. El resultado son collages en los que se hibrida la imagen sinuosa de la periferia con la intervención gráfica sobre papel fotográfico, un triunfo de la subjetividad que reivindica el recuerdo personal sobre la asepsia de la urbe. Lo que vemos es solo una realidad plana, alcanza su profundidad cuando interviene el filtro de nuestra emociones. Cada una de las piezas se convierte en una especie de soporte multipantalla en el que conviven numerosas imágenes que activan en el espectador la experiencia torrencial a la que las nuevas tecnologías nos tienen habituados, pero en este caso mediante procedimientos analógicos y buscando una complicidad más íntima para lograr una experiencia en la que se activen los registros sensibles de quien observa, a partir del particular archivo vital registrado en su memoria.

 


Arte y Parte nº101
Texto: Daniel Gasol

Chuso Ordi pertenece a una generación de creadores que investigan en torno al papel del propio artista y de los sujetos hacia las sociedades y dentro de un contexto concreto. En esta ocasión nos presenta una serie de fotografías realizadas durante un año con cámaras estenopeicas construídas de forma casera por el artista. Este ejercicio llava cuestionar las imágenes como capturas de espacios y situaciones, capturas entendidas como el "encarcelamiento" de icono grafías concretas que contienen información y que, juntas, plantean un contexto concreto. "Mapa de la vida ladrando" supone una reinterpretación de los alrededores de la ciudad de Barcelona, configurándose diversos iconos planteados desde el proceso fotográfico, como luces y sombras como protagonistas, entre lo objetivo y lo subjetivo, la interpretación y la documentación y por el análisis de lo que nos rodea. La muestra significa el registro fotográfico distorsionado de espacios que hacen de alegoría a lo arquitectonico y al espacio en sí mismo, fantasmagórico, en el que parece que la humanidad se está destruyendo lentamente, llena de seres que inquietan y que pertenecen a un mundo icónico que forman parte de nuestro imaginario colectivo

Mapa de la programación de la tv en el bloque Z. El interfono repite el eco de los pasos, los golpes de las paredes, los teléfonos móviles, los despertadores, las puertas del ascensor. Desde el balcón del séptimo piso, las calles forman una Y, un cruce, una rotonda, una autopista, un pasaje, una esquina, un cualquier sitio. Desde el séptimo piso, si el exilio es oscuro es porque el viaje empieza desde las profundidades del desagüe de la cocina, desciende por los patios y sale por las cloacas hacia la calle. Desde el séptimo piso, el monstruo arroja por la ventana el televisor.

Mapa de la vida musicada. Tocan el dyembe al lado y al ritmo exacto de la escalera del metro. Suben y bajan las mismas escaleras y transitan de ningún sitio a otro desapareciendo entre la multitud, muy cerca de donde viven. Se reflejan en las paredes brillantes de la estación. No hablan y escuchan. Los auriculares les conectan con otro mundo, Hejira, Trans-Europe express, el óxido nunca duerme, sólo bosteza.

Mapa de la vida rezando en la frontera de la calzada. Bajo la rueda, el adoquín. Entre el adoquín, el olivo. Con el olivo, el parking. En el parking, empieza la utopía: el deseo que se parta el suelo en mil pedazos

Mapa de los altares y sus rituales. Pasar mil, dos mil veces por el mismo lugar y ver la ceremonia del tótem mutante con voz de interfono y su mecanismo digestivo devorando las ofrendas: vehículos, ventanas, árboles, naufragios, gatos, zapatillas abandonadas, autobuses, recuerdos, sustos, pasos de cebra, gritos, cafeterías, balcones, colegios, ruinas, maravillas y exilios.

Mapa de los relojes aullando. Sale con la luz del sol, a veces los domingos. Con la mano en el centro y el dedo en la llaga, se dispone a medir el tiempo. De la ciudad visible basta con un papel fotográfico, una lata de cerveza y un reloj con el que medir el tiempo de exposición. De la ciudad invisible, basta con cerrar los ojos: la fotografía entonces se hace con el recuerdo.

Mapa de los espejos hiperconectados. Mirar al frente, mirar al suelo. Dentro del coche, sentado, el viejo, mira por el retrovisor. Caminamos por el parque de Pegaso, subiendo al mirador, hablando ebrios, apartando el humo espeso y tóxico de nuestro alrededor, siguiendo las rutas de una conversación y del silencio. En los charcos, el vampiro tampoco se refleja.

Mapa de las refugios del barrio. Deja tras de sí una huella en el cemento que con los días de lluvia se llena de agua. Su casa es un como una animal y como una trinchera. Desde el balcón ve al desplazado como un transeúnte, al paseante como un exiliado, la señal de tráfico como un vigía y toca el tambor furioso, como queriendo anunciar el fin de la guerra en la ciudad ilegible.

Mapa del efecto mariposa según los vecinos del bloque B. Sentados en la calle lo que los amigos conversaron aquella tarde, comiendo pipas y fumando, quedó impreso en la pared medianera. El vecino cierra y abre las cortinas, cierra y abre las luces, las tele, la radio, el coche, las persianas, amontona verduras en la balanza y paga, abre el buzón, tiende la ropa, escucha con un vaso pegado a la pared, cruza el paso de cebra, habla por teléfono, espera el autobús, mira su propia sombra mientras pasea, vive en línea recta, anda sobre un ángulo, piensa en círculos, se petrifica bebiendo en la fuente y anota las fechas en el cemento aún fresco. Si cierro los ojos, parece que aún estás ahí.