¿Las tabletas de de chocolate o los vientres regordetes? La perfección es fea, tan fea como denunciar a Javier Krahe por hacer un video en 1978 donde se cocinaba, con imaginación, un cristo blanquecino como la piel de un cerdo. Se guardan las formas en la imaginación y se mantiene en forma el cuerpo. Un mundo perfecto, un mundo de abdominales mentales con mancuernas en las entrañas. Estamos aquí, todos preparados para el tunel de lavado de almas. El pulso del no va más y como resultado, el miedo a la imperfección. “No puedo, no sé, no llego, no estoy a la altura, no me sale,…” no, y más no grabados con hierro candente.

Todo esto pasaba hasta que conocimos al fonambulista y aprendimos a querer su disciplina. Compredimos que cada uno de sus pasos era fruto de mil pasos anteriores, cada uno de sus gestos había sido reflexionado en años, y que su abierta sonrisa era fruto de mil caídas. Fue entonces cuando descubrimos que no es la cuerda la que sostiene al fonambulista sino que es el fonombulista quien la sostiene. Y que todo trabajo bien hecho lo sostiene el aire que no tiene contradicciones. También el fonambulista un día de tacones amarillos fue testigo del justo momento en que tú cogiste mi mano. Y ya nada fue igual poque la gimnasia sería la segunda parte.