Tres eran tres, como la santísima trinidad, como las hijas de Elena, como los sobrinos del pato Donald. El triángulo equilátero, la joroba del camello, el rostro de Dios, tres, como en Sesame Street. Los números y los reyes de oriente que siguen una estrella, la estrella de David, y otra vez, el triángulo, el triángulo equilátero, esta vez son dos que hacen seis. Siguen la senda para dar un regalo, sabios reyes generosos que olvidaron a su pueblo y a su gente para honrar a un niño inmaculado, y a su madre María y a su padre José, otros tres. La familia y los tres reyes magos, son seis como las puntas de la estrella, aquella que se colocaba en la copa del árbol. Los números y la familia en tiempos de Merry Crisis, los números y los tres reyes ya en desuso por un gordito bonachón vestido por Coca-cola. Los números y sus elecciones, porque no es lo mismo ser de Melchor, de Gaspar o de Baltazar. Una esquina y un triángulo, un rincón olvidado y una regla de tres. Oro, incienso y mirra; ángel, pastor y noche oscura; Teresa, Juan e Ines; como esa llama que tiernamente duele. Los Reyes en la morada santa, un pesebre de paja y estiércol. Los animales, que sabios los animales que no necesitan ni de reyes ni de regalos. Un buey, una mula, una oveja, un pato y un camello, ajenos al porvenir.