Chuso Ordi
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El Estafador

Colabroración semanal con los textos de Gabriel Bravo (Editorial Morsa) en la revista on-line El Estafador

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"Crisis, sí, dicen que hay crisis pero...”. ¿Por qué todos los hombres de navidad tienen barba? Los Reyes Magos, Santa Claus y Papa Noel, de los primero se entiende porque después de tanto viaje siguiendo a la estrella no tenían mucho tiempo para acicalarse. Los otros dos, que son dos pero son uno, seguramente porque en su remoto origen era turco.

Si pudiéramos dividir a las personas en dos grupos, en uno estarían los que les gusta la navidad y en el otro a los que no. La ñoña navidad, la familiar, la de la chimenea y los regalos, la del carbón de azúcar, la de las noches sin dormir en la infancia, la de los turrones, los perfumes, las burbujas de Freixenet, los polvorones, las comidas opíparas, los regalos, los paquetes bien envueltos, las verdades a medias, las borracheras, las peleas, los villancicos, los niños de San Idelfonso y el saludo socarrón, no le gustaban nada a mi madre, es más cuando llegaban las fechas señaladas caía en un extraño sopor depresivo que le hacía cerrar los ojos. -Hija, no tenías que haberte molestado -repetía, manteniendo sus ojos cerrados y alargando su mano pecosa. Después se acercaba a la pequeña cocina, cogía la cesta con los dulces navideños: alfajores, mazapanes, fruta confitada, pan de Cádiz, borrachuelos de miel, turrón del duro o del blando y mantecados de San Luis, los que no se pegaban al cielo del paladar, y la ponía en la mesa con desgana. -Coge lo que quieras, hija mía -acercando la cesta a la visita. -Una copita de anís, coge lo que quieras -insistía. -Hay de todo, no lo ves-. La visita sin atreverse a moverse tomaba todo lo que se le ofrecía, y así se extendía la tarde como el dulce de almendra. Tardes cortas como las pestañas del sol, tardes de caminos de abrigos y abalorios, preñadas de bolas de cristal y de viejas escamas de carpa en el monedero. Ahora sin mi madre ya no hay navidad, las barbas se las ponen otros mecidos en su rama de acebo en un mundo de galletas de jengibre. La boca se hace agua, un río de agua y recuerdo, lejos queda lejos, como la vieja maleta en la alacena que un día se tiró a la basura.
Te echo de menos, mamá.

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